Tres grandes retos para las fuerzas armadas

Predominan en América Latina tres situaciones delicadas que obligan a replantear el papel que deben jugar las Fuerzas Armadas en el sostenimiento de las democracias.

Las tres han alcanzado unas dimensiones sobrecogedoras: ellas son el narcotráfico, la inmigración ilegal masiva que vulnera leyes migratorias y fronteras, y la delincuencia que germina en medio del hambre y la pobreza de nuestros pueblos.

En los tres escenarios intervienen forzosamente las fuerzas armadas como órganos de disuasión o represión, pero en ese quehacer no parecen haber logrado éxitos relevantes. Ninguno de los tres fenómenos sociales que las retan ha podido ser reducido a su mínimo nivel de impacto, porque para ello se requieren de políticas estrictas y claras, así como de la voluntad de los gobiernos para hacerles frente.

En el caso dominicano, ha caído sobre los hombros de las fuerzas armadas el control de la frontera pero esta sigue siendo vulnerable al tráfico de drogas, de mercancías diversas y de humanos.

Sin embargo, pese a la gravedad del problema, no existen reglas ni leyes claras promovidas por el Estado para aminorarlas. Tanto es así que ni siquiera los inmigrantes haitianos ilegales, acomodados en trabajos visibles en cualquier parte del pais, cuentan con alguna tarjeta o identificación que permita su control o monitoreo.

Las empresas que los contratan no son penalizadas cuando algunos de estos inmigrantes o trabajadores temporales terminan su trabajo, porque es que también carecemos de políticas o reglas para controlar esa situación.

Cuando las tres situaciones se combinan simultáneamente en el escenario, definitivamente quedan en entredicho las leyes y la autoridad del pais. La defensa de esa integridad cae totalmente sobre las fuerzas armadas que, en el caso dominicano, han sido útiles para la protección del medio ambiente y la foresta y para el auxilio de los ciudadanos en tiempos de catástrofes naturales.

El hecho de que miles de agentes anti-drogas hayan tenido que ser dados de baja del principal órgano de lucha contra ese flagelo pone al descubierto las debilidades de la autoridad y la soberanía de nuestro Estado.

La sociedad debe abrir los ojos y reaccionar ante esa gradual pérdida de la autoridad nacional, antes que los tres fenómenos que gravitan sobre nuestro porvenir y nuestra democracia hagan sucumbir los pocos y frágiles pilares en que estamos parados actualmente como nación organizada.

Foto: Listín Diario

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